Los grupos delictivos convierten los campus universitarios mexicanos en centros de reclutamiento, atrayendo a jóvenes con grandes ganancias
Un estudiante de química de segundo año, de 19 años, quien además trabaja para el Cártel de Sinaloa, en un escondite (Meridith Kohut para The New York Times)
El reclutador del cártel se coló en el campus disfrazado de conserje y luego se centró en su objetivo: un estudiante de segundo año de química.El reclutador le explicó que el cártel estaba reuniendo personal para un proyecto y que habían oído hablar bien del joven.Nos contaron que eres bueno en lo que haces’”, recordó el estudiante que le dijo el reclutador. “‘Tú dices si te interesa’”.En su afán por construir imperios de fentanilo, los grupos delictivos mexicanos están recurriendo a una reserva de talento poco habitual: no sicarios ni policías corruptos, sino alumnos de química que estudian en universidades mexicanas.
Quienes fabrican fentanilo en los laboratorios de los cárteles, conocidos como cocineros, dijeron al New York Times que necesitan trabajadores con conocimientos avanzados de química para ayudar a hacer la droga más fuerte y “para jalar más gente”, como dijo un cocinero.
Los cárteles también tienen un objetivo más ambicioso: sintetizar los compuestos químicos conocidos como precursores, que son esenciales para fabricar fentanilo, lo que los liberaría de tener que importar esos materiales de China.
Si lo consiguen, según las autoridades estadounidenses, esto marcaría el comienzo de una nueva y aterradora fase en la crisis del fentanilo, en la que los cárteles mexicanos tendrían más control que nunca sobre una de las drogas más mortíferas y lucrativas de la historia reciente.