El Presidente y el ministro de Economía pasaron el día en Mendoza y analizaron la coyuntura con reserva, después de que se enconaran los ánimos en la previa del cierre de listas y ante el incumplimiento de las metas de inflación
Hace meses que Alberto Fernández y Sergio Massa no compartían un escenario, o viajaban juntos a una provincia. Sus diálogos eran cada vez menos fluidos y los resquemores entre ambos empezaron a volverse indisimulables. Pero los ruidos sobre la situación económica, que se volvieron más estruendosos ayer con el anuncio sobre la compra de bonos en pesos a partir de la estrepitosa merma en las reservas del Banco Central, los obligó a mostrar sintonía política de manera urgente.
El escenario para mostrar la reconciliación fue un acto vinculado al Transporte, en Mendoza. Se aplaudieron y sonrieron. Y, tras bambalinas, discutieron sobre los temas calientes de la agenda económica. En sus respectivos entornos revelaron que hablaron en privado sobre los datos de desempleo, que evaluaron el impacto de la medida de ayer en el Fondo de Garantía de Anses y el canje en pesos.
En la Casa Rosada están decididos a disimular los roces. “La relación de ellos está bien, como siempre”, dijeron, a pesar de que en el entorno de Massa habían dejado trascender un fuerte malestar, días atrás, al regreso del ex intendente de Tigre desde Panamá, donde participó de la cumbre del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La medida, quehoy se comentaba en todos los despachos de la Casa Rosada y organismos afines, provocó especulación y temor en los mercados, y, a la vez, fuerte rechazo de la oposición, donde Juntos por el Cambio dijo que la pesificación “es el mejor negocio para los bancos”; y se hicieron comparaciones con Venezuela. Lo mínimo que podían hacer el Presidente y el ministro, a pesar de los roces, era mostrar unidad política, para llevar tranquilidad al resto de los actores, especialmente de la arena económica.