A principios de mes, la ministra había festejado la detención de un hombre que «llevaba estupefacientes», pero los análisis demostraron que se trataba de un producto de higiene personal. Gendarmería en la mira y el testimonio de la familia del hombre: «Mínimamente deberían pedirnos disculpas». El 6 de octubre último a las 9.53 de la mañana, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, publicó un tuit donde contaba con aire victorioso y acusador: «Un hombre intentó burlar un control en Mendoza, llevando más de 2 kg de cocaína ocultos en envases de talco dentro de un micro de larga distancia. Pero la Gendarmería lo descubrió rápidamente gracias a su nerviosismo y actitud sospechosa. ¡La seguridad de nuestro país va a un paso adelante de los delincuentes! Las hace, las paga». El posteo llevaba como título socarrón «MUCHO TALCO, POCO EFICIENT-E». El detenido, Ariel Maximiliano Acosta, pasó 21 días tras las rejas en tierra mendocina mientras la funcionaria se regodeaba, pero un estudio de laboratorio constató que lo que llevaba era un producto de higiene personal sin ningún rastro de estupefaciente de ningún tipo: se trataba de talco para los pies. El miércoles de la semana pasada el juez Alberto Carelli dictó su sobreseimiento y ordenó dejarlo inmediatamente en libertad, según confirmaron a Página|12 allegados al expediente judicial. Estuvo alojado en la Unidad 32, el Centro de Detención Judicial de Mendoza, y luego en la cárcel federal de Cacheuta. Hasta ahora no se conocen medidas adoptadas respecto de los gendarmes que confundieron talco con cocaína. «Mínimamente deberían pedirnos disculpas», dijo a este diario Laura, la madre de Acosta, quien se mostró particularmente enojada con la ministra Bullrich.
El calvario
Acosta, un marplatense de 42 años, viajaba en un ómnibus que fue requisado el 2 de octubre a la madrugada por un grupo de Gendarmería en La Paz, zona limítrofe entre Mendoza y San Luis. Al único que hicieron bajar fue a él porque le vieron cara de susto. Para ellos, acorde a lo que les enseñan, eso equivalía a que era sospechoso. Hicieron un «test orientativo» o «narcotest». Es un chequeo rápido que confirmó lo que los gendarmes esperaban de acuerdo al criterio portación de rostro: ¡Dio positivo! Le adjudicaron la tenencia de 2,444 kilos de cocaína. Intervino la fiscalía de María Gloria André, le imputaron tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, que tiene una pena mínima de cuatro años de cárcel y pidieron la prisión preventiva. La supuesta gran cantidad de droga hallada les parecía de por sí infrecuente.
La fiscala ordenó, como siempre hacen en este tipo de casos, una pericia química para tener un resultado definitivo. El resultado demoró tres semanas y arrojó que lo que Acosta llevaba no era otra cosa que talco. Enseguida André pidió el sobreseimiento al juez de garantías, Carelli, quien convocó a una audiencia oral y lo excarceló. En el transcurso de su detención a Acosta le robaron una campera y casi todas sus pertenencias. Cuando lo liberaron lo dejaron en la noche en medio de la ruta 7.
Además del tuit de Bullrich, el gobierno había publicado antes en su página oficial argentina.gob.ar la (falsa) noticia, que sigue ahí. El título era «Un pasajero fue detenido cuando trasladaba más de 2 kilos de cocaína ocultos dentro de envases de talco». Decían que habían actuado los gendarmes del Escuadrón 64 “Mendoza” que «llevaban a cabo un operativo de prevención sobre la Ruta Nacional N° 7, altura del peaje La Paz, cuando solicitaron la detención de un ómnibus que realizaba el recorrido Mendoza – Buenos Aires» y ahí se encontraron con el pasajero que llevaba «18 pomos de plástico con la droga» en una mochila. «Ante la presencia de testigos, y con intervención de personal de la Unidad de Criminalística y Estudios Forenses dependiente de la Agrupación XI “Mendoza”, decía el texto, se sometieron las sustancias a las pruebas de orientación de campo» y detallaba el hallazgo de la supuesta droga.
«Lo cuidaron los otros presos»
Ariel había decidido ir a Mendoza a probar suerte por un tiempo. Estuvo primero parando en un hostel y luego tuvo que buscar otro lugar, pero no conseguía uno que le agradara y pudiera pagar. Buscó productos para vender, como golosinas, y en el ínterin adquirió el famoso talco. Decidió volver a Mar del Plata, su ciudad, pero como no conseguía pasaje directo sacó para ir a Buenos Aires. Fue a comienzos de octubre. La llamaba todo el tiempo a su madre. El ultimo día –precisó ella– le mandó fotos, le hablaba de las estatuas que veía, y le envió una imagen desde la estación, cuando se estaba por subir al micro y estaba contento porque tenía conexión para cargar el celular. «De pronto dejó de responderme los mensajes y a la madrugada noté que tampoco había visto los mensajes», relató la mujer. Pasaron las horas y todo seguía igual. Probó llamar a la estación en Mendoza para chequear si efectivamente había subido al ómnibus. Le dijeron que sí. Después probó con Prefectura y con el 911.
«Lo que pasó fue que cuando lo detuvieron ni siquiera le dieron la opción de comunicarse con su familia y llamar a un abogado. Recién a la noche, de tantos llamados que había hecho, me avisaron que estaba preso», dijo Laura. En la U32 apenas lo dejaban salir a un pasillo, luego lo trasladaron a un penal donde al menos, describió, tomaba aire. Después de tres días, pudo hacerle llegar una suerte de tarjeta prepaga para que pudieran hablar desde la cárcel. «Lo cuidaron los otros presos, mucho más que nadie, ya que lo único que escuchaba de Tribunales era que le podían tocar no sé cuantos años de cárcel. Le decían ‘el porteño de Mar del Plata’. Cuando yo llamaba y me atendían se notaba ese trato», rescató al conversar con este diario. «Recién me calmé cuando me dijo: ‘mamá quedate tranquila porque si vos estás bien, yo estoy bien’. Es algo que nos decimos siempre –se le quebró la voz — Cuando le tocó ir ante el juez de garantías se cansó de gritar ‘¡Es talco! ¡Es talco!’, y no mentía«. «A mí me gustaría al menos una disculpa pública de la ministra, pero no creo que lo haga», agregó Laura.